La profesora Ana María Iborra nos ofreció un taller de introducción a la danza oriental, pero primero hizo un preámbulo teórico al tema. La danza oriental es en origen una baile de carácter sagrado, ligada a los cultos femeninos y asociada a rituales de fertilidad, pero cuya procedencia es difícil de determinar. Parece que podemos encontrar danzas similares en distintos lugares del mundo, y con distinta antigüedad, desde la India, Mesopotamia o Egipto. La teoría más aceptada es que desciende de las danzas antiguas de Egipto, en honor a la diosa Isis.
Como Ana María bien nos explicó, la danza oriental tiene más de 50 ritmos diferentes, y la podemos encontrar en dos vertientes, el raqs baladi, la danza popular del pueblo, que se baila en la intimidad de las familias, y es más estática y discreta, y el raqs sharqi, literalmente “danza que viene del este”, una danza de escenario, más espectacular, con mucho movimiento.
Ana María nos explicó de manera práctica los movimientos básicos de la danza oriental, y sus beneficios para la mujer, ya que fortalecen el suelo pélvico, provocan un masaje de los órganos internos, mejoran el control corporal y equilibran las energías, tonificando los músculos. Además, la danza oriental también ayuda a la concentración, ya que es un baile disociado, en donde hay que aprender a independizar el movimiento de las distintas partes del cuerpo.