En Nueva Acrópolis Zaragoza hemos recordado el siglo I donde vivió Séneca, el célebre filósofo estoico, orador y senador romano. Era hispano ya que nació en Córdoba, aunque de niño fue a vivir a Roma con su familia.
Quizás ahora más que nunca es este mundo incierto y acelerado, viene bien recurrir a los clásicos y encontrar en ellos un remanso de paz y serenidad como antesala de la búsqueda de la sabiduría. Es conocida la imperturbabilidad estoica ante los avatares de la vida.
La vida, nos dicen los estoicos, tiene una finalidad y por lo tanto todo lo que ocurre es necesario. Por lo tanto el ser humano tiene también su finalidad y esta no es sobrevivir solamente, sino vivir consciente y cultivar las cualidades propias del alma, que es lo que nos diferencia del resto de seres conocidos.
Veamos algunos aspectos del vivir y sobrevivir:
– Vivir: paz, amor, salud, orden, coherencia, agradecer, acción constructiva…
– Sobrevivir: violencia, miedo, enfermedad, desorden, incoherencia, queja, pasividad.
Vemos entonces que son dos formas de encarar la existencia opuestas. ¿Qué hacer para pasar de sobrevivir a vivir con sentido? Séneca nos propone cuatro pasos esenciales:
1) Purificación: eliminar todo aspecto interior que nos hace daño y limita.
2) Identificación: conectar con nuestra parte esencial, trascendente y divina.
3) Generosidad: dar lo mejor de nosotros a quién más lo necesita.
4) Benevolencia: actuar de buena voluntad.
Séneca fue un gran filósofo y su legado llega hasta nuestros días. Como buen estoico nos propone alcanzar la felicidad a través de la sabiduría y la virtud y sigue la estela del sabio como ejemplo superior a seguir.