El 24 de diciembre tuvimos ocasión de presenciar el efecto de luces y sombras sobre el petroglifo penta-semicircular, que anunciaba la llegada del solsticio de invierno hace 4800 años, en el paraje inigualable de Otiñar.
Un buen grupo de personas volvimos a leer en el «calendario» de la Cueva del Toril, que ya era el Sol Invicto, el más acabado de símbolo de la esperanza.