Los amigos de la Escuela de Filosofía Nueva Acrópolis en Bilbao realizaron una salida para acercarse por una parte, a la vida del mundo acuático en el Aquarium de Donosti y por otra, al mundo romano en el Museo Oiasso de Irún.
El grupo recorrió el paseo del puerto de la capital donostiarra para acceder al acuario. El Aquarium-Palacio del Mar de Donostia, situado en el extremo de la zona marítima, se inauguró en 1928 por iniciativa de la Sociedad de Oceanografía de Gipuzkoa (SOG) y es especial por la variedad de peces y animales marinos que alberga en su interior: contiene 32 acuarios, más uno táctil y un oceanario con un túnel único en Europa en el que destacan los tiburones toro (Carcharias Taurus) y varios de la especie alitán.
Al comenzar el itinerario se pueden ver una colección de maquetas de barcos de diferentes épocas, métodos de pesca, traineras, fósiles marinos y otros elementos relacionados con el mar.
En la muestra de la historia marítima se exhibe un documento de «patente de corso» que otorgaba el rey al pirata y así este pasaba a ser un corsario con derecho a abordar y tomar botín de los barcos de las potencias enemigas. Al lado, se encuentran expuestas dagas y espadas de abordaje especiales para no dañar el barco ya que a su regreso tenían que dar la parte correspondiente del botín a la corona.
Ocupando un espacio bastante amplio está expuesto el esqueleto de una ballena, capturada en aguas del Cantábrico, con una descripción del arte de pesca. Sus dos aletas delanteras dan la impresión de ser sus manos.
En el acuarium, las primeras en aparecer fueron las medusas, casi transparentes y con multitud de patitas. Después se pudieron observar a los tiburones de varias especies, caballitos de mar, mantarayas, morenas, peces tropicales y de camuflaje, tortugas y otros peces.
Después de comer en el parque natural de Aiako Harria el grupo se desplazo hasta el Museo de Oiasso en Irún. Allí se siguieron los pasos de los romanos en el antiguo puerto, que fue lugar de escala para seguir viajando por la costa cantábrica.
Estos restos arqueológicos permiten conocer cómo se vivía en el entorno del rio Bidasoa hace 2000 años.
Acercarse a la naturaleza y a la historia es una buena manera de conocer más profundamente al ser humano y fomentar su desarrollo. Un tiempo bien invertido.