Entrevistamos a Arturo López, actor que interpreta a Sócrates en la obra La muerte de Sócrates de Nueva Acrópolis Barcelona en conmemoración del Día mundial de la Filosofía
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En el mes de noviembre, concretamente el tercer jueves, se conmemora el Día mundial de la Filosofía promovido por la UNESCO. Nueva Acrópolis, como entidad filosófica, organiza varias actividades en torno a ello. Una de ellas es la obra de teatro La muerte de Sócrates en Barcelona, que revive el juicio y las últimas horas de este filósofo tan influyente.
Para acercarnos más al personaje principal, sus valores y filosofía, hemos entrevistado a Arturo López, filósofo, empresario, voluntario y actor del Grupo de teatro Dionisos, que interpreta a Sócrates en esta ocasión.
Además de actor y voluntario, también eres filósofo; ¿te inspira la filosofía y el ejemplo de Sócrates?
Hombres como Sócrates te hacen sentir muy pequeño. Su honestidad es conmovedora… Su defensa de la verdad hasta el final… ¡buf! Ejemplos así te hacen creer en la humanidad y en que la filosofía siempre será necesaria para mejorarnos a todos.
Así que esto agrega valor al papel, ¿no?
Imagínate… Es un privilegio absoluto, un sueño hecho realidad, poder unir dos aspectos tan importantes en mi vida como son la filosofía y el trabajo de actor, dos tareas ejercidas con la humildad de un pitufo, claro está…
Queda claro que Sócrates no temía la muerte; ¿esta seguridad interior, en eso y en otras cosas, se contagia al actor?
El actor tiene la inmensa suerte de vivir muchas vidas en una (risas). Y si uno se mete y se entrega de verdad al personaje, tiene la oportunidad de revivir la experiencia dramática y emocional, a veces situaciones de su vida real. El teatro y el buen cine tienen un poder catártico que comparten actor y espectador, de ahí la responsabilidad del primero. Debemos tener un respeto infinito por quien acude con toda la ilusión del mundo a ver a Sócrates «en carne y hueso», y eso pesa bastante.
¿Qué es lo más difícil al interpretar a Sócrates?
La mezcla de inteligencia, sencillez e ironía de este personaje es un reto considerable. Es alguien simple y complejo a la vez. Sócrates era un gigante con un magnetismo muy especial, que era capaz de introducirte en su mundo como el que no quiere la cosa. Transmitir ese carisma no es nada fácil.
¿Y lo más divertido?
Una cierta libertad para recrear su aspecto descuidado y aparentemente despistado. Sócrates te inunda a veces con su espíritu travieso, como el de un niño sabio que se sonríe (no se ríe) de nuestras fatuas convicciones y alardes de autoridad y poder. El poderse sentir desnudo como creo que él se sentía ante la verdad y poder desnudar así a los otros también, es sin duda divertido.
Atenas se arrepintió de condenarlo; ¿crees que la sociedad de hoy le volvería a condenar?
Lamentablemente seguimos condenando a muchos Sócrates cada día tras más de dos mil años. Nos siguen “molestando” en nuestra comodidad. Así, nuestra indiferencia cómplice y nuestros miedos son cabalgados por unos pocos que nunca están en los juicios, que nunca votan las penas de muerte… Muchos jueces de ese juicio fueron simplemente comprados por unas monedas. La gente que viene se sorprende de la tremenda actualidad y modernidad de las frases de la obra. Ahora tenemos teléfonos y coches inteligentes, pero parece que lo de la ética es bastante más lento.
Y Sócrates, ¿haría lo mismo?
Pues me temo que sí; como él decía, «si no soy capaz de convencer de mi inocencia a mis conciudadanos, prefiero morir dignamente antes que sobrevivir traicionando mis principios reconociendo la acusación». La aparición de las leyes de Atenas, personificadas y diciéndole que él se debe a la ciudad que le vio nacer y que le ha dado todo, es sobrecogedor. Su decisión de tomar la cicuta siempre abrirá un debate sobre el tema central: ¿qué es lo justo?
¿Podrías citar algún Sócrates de la actualidad?
Científicos como Patarroyo, que se enfrentan a las farmacéuticas, políticos que se enfrentan a dictaduras, como Nelson Mandela o la presidenta de Birmania Aung San Suu Kiy… todos los que se atreven por sus ideales y se mantienen firmes en sus principios.