Juan Vicente Botella nos habló el pasado 28 de marzo del uso mágico de las plantas, que se ha ido configurando a lo largo de la historia por las utilidades que devienen de ellas. La diferencia entre plantas medicinales y mágicas es que mientras las primeras tienen un efecto sobre la salud o el bienestar, que tiene una explicación racional, de las mágicas también se espera un efecto, a veces no relacionado con la salud, y ellas actúan en otros planos o ámbitos fenomenológicos fuera del pensamiento razonado.
Las plantas mágicas están relacionadas con el curanderismo y el chamanismo. Entre las más conocidas están aquellas que contienen alcaloides y tienen un efecto psicotrópico, como el peyote, la amanita muscaria, o las opiáceas, y otras estimulantes como el tabaco, té, café, cacao…
Juan Vicente nos puso ejemplos concretos de nuestra tradición mediterránea. Hay plantas que protegen contra el mal de ojo (higuera y ruda), otras contra los celos (cactus), desarreglos intestinales (cucurbitáceas), el dolor de cabeza (retama, romero) y las insolaciones (azahar), la lactancia (hinojo y perejil), la enuresis nocturna (marrubio), las hemorroides (cebolla), favorecen o perjudican los procesos de galantería (mirto, clavel), eliminan el deseo sexual (cucurbitáceas)…
Las plantas mágicas realizan una magia simpatética. Representan una tradición intensa de contacto entre lo fenomenológico y el mundo vegetal, existiendo plantas mágicas asociadas a cada estación, en función de su época de floración. Juan Vicente mencionó especialmente el mirto y la flor del azahar diciendo que son la expresión de vivir en una tierra fértil y amable, como es la nuestra.