Nueva Acrópolis en Zaragoza ha ofrecido una interesante exposición del enigmático mundo del número ᴓ o proporción áurea. El universo físico se sirve de patrones geométricos y numéricos para expresarse y lo hace de forma armónica. Esto se traduce en belleza y proporción para nuestros sentidos. La relación del ser humano con las matemáticas es ancestral y se sabe que ya hace miles de años las utilizaban para facilitar tareas cotidianas como contar mercancías o para disponer monumentos en la tierra formando figuras geométricas.
Existe una sucesión de números llamada serie de Fibonacci, que lleva implícita el número de oro. Ambos aparecen por doquier en elementos y procesos de la naturaleza. Por ejemplo, en la distribución de los pétalos de las flores, en la ramificación de un árbol, en la formación espiralada de conchas, borrascas, galaxias y ADN; en la genealogía de los zánganos de una colmena, en las proporciones del cuerpo humano, y podríamos citar miles de ejemplos más donde aparece este número irracional y enigmático.
El numero ᴓ es el mayor representante de “esa capacidad de asombro” ante el misterio de la vida, que según Einstein no debía faltar a la ciencia ni al arte. Aparece cuando menos se lo espera en las investigaciones científicas.
Si existe una proporción aúrea que proporciona armonía y belleza al mundo físico. ¿Existirá “algo” que nos haga bellos por dentro? Si, esa facultad le corresponde a la virtud, a los valores internos más elevados. Tienen la capacidad de armonizar los opuestos en una síntesis ética, dando como resultado un ser humano recto, integro y digno. La virtud eleva nuestra conciencia y nos permite seguir avanzando es ese camino ético de evolución que nos describen las tradiciones de sabiduría: Ser humano→Héroes→Dioses→LO UNO
El Buda decía que las personas de bien resplandecen como las montañas nevadas, y las personas mediocres y vulgares son invisibles como flechas arrojadas en la noche. ¿Quiero brillar y compartir mi luz con los demás o prefiero pasar desapercibido en la noche de la mediocridad y la ignorancia?