Aparentemente estos tres gigantes de la Filosofía, Aristóteles, Buda y Confucio, pueden parecer bastante diferentes en cuanto a sus planteamientos filosóficos, sin embargo, los tres coincidían curiosamente en que la felicidad no se encontraba en los extremos, tanto del dolor (que podía destruir la vida de un ser humano), o en el placer (que cabía la posibilidad de aturdirlo), sino en el punto medio, en la Virtud.
El conferenciante Enrique Galbis, primer director de Nueva Acrópolis Castellón, ofreció en esta charla un punto de vista muy interesante, al comentar que más allá de las diferentes culturas, hay un mágico lazo que une a todos los filósofos: la búsqueda de la verdad.
En Grecia, el fundador del Liceo, Aristóteles, dio a conocer el ideal griego de la autarquía para no tener que depender de nada ni de nadie, de manera que la finalidad del ser humano era el dominio de sí mismo, anteponiendo la práctica de la virtud por encima de la búsqueda del placer.
En el continente asiático, el bienamado Buda, enseñó que la superación del yo personal para el ser humano no era algo aislado, sino que al transitar la Senda de la Ley, (el Dhammapada) se lograba un Todo armónico.
Confucio, el Hombre ético, buscaba plasmar en la Tierra un Orden Superior Celeste, por eso la Política y la Ética debían estar unidas. De ahí que el gobernante, según este legislador, era alguien que se había armonizado interiormente, proponiendo para los diferentes Estados, el gobierno de los filósofos.