Siguiendo el programa de difusión de la vida y obra de grandes filósofos, Mercedes Moreno, instructora de filosofía, ha dado una charla on line sobre el gran filósofo chino Confucio.
EL «Maestro Kong», nacido en el 551 a.C. es una figura que ha dejado una huella indeleble en la construcción del pensamiento de la humanidad.
El gran sabio fue un hombre comprometido con su tiempo histórico porque tuvo la valentía de llevar a la práctica los valores en los que firmemente creía, aseveró Mercedes Moreno, y de inmediato desgranó muchas de las razones que hacen que su filosofía sea atemporal y por ende actual.
Se podrían establecer paralelismos entre su vida y sus pensamientos con otros grandes filósofos, como Buda o Platón. Su nacimiento, envuelto en la leyenda, nos recuerda al del Buda, sus intentos de influir en la práctica a los gobernantes para construir una sociedad más justa donde vivieran ciudadanos felices, nos remite a Platón.
Para Confucio el comportamiento ejemplar de los gobernantes en su vida privada y pública funcionaría como un espejo para el pueblo, al igual que el ejemplo que pueden dar los padres a los hijos, los hermanos mayores a los menores, o los maestros a los alumnos. Es decir una cadena de buenos ejemplos necesariamente conseguiría el efecto de mejorar a la sociedad en su conjunto. En esta idea subyace la certeza de que al pueblo hay que elevarlo por medio de la educación y no arrastrarlo indignamente a través del castigo.
Evidentemente el gran sabio creía con fervor en el poder de la educación, y a los veintidós años, abrió una escuela para todos aquellos que tuviesen ganas de aprender y fuesen a la misma por voluntad propia sin hacer distinciones de clases sociales. La educación la entendía no sólo como una acumulación de conocimiento sino como un aprendizaje de valores éticos.
Su implicancia práctica en la sociedad le condujo a hacer una carrera política llegando a ejercer un cargo similar al de ministro de justicia. Sus logros fueron tan acentuados a nivel social y político por su influencia ante el príncipe y los demás funcionarios de su estado, Lu, que este brillo y bienestar provocó los recelos envidiosos de algunos estados vecinos que urdieron complots para hacerlo caer en descrédito. Tan penosa situación le obligó a abandonar su cargo público e iniciar un viaje junto a sus discípulos por China, que duraría toda su vida.
En ese viaje se dedicó a instruir sin distinción a ricos y pobres, gobernantes y pueblo. Sus pensamientos fueron recogidos por sus discípulos en Las Analectas, cuyo estudio ha inspirado durante cientos de años a infinidad de personas. A veces prohibida, a veces ignorada u olvidada, la doctrina filosófica de Confucio ha superado hasta ahora el devenir de los tiempos y se alza como un faro inspirador para aquellos seres humanos con vocación de superarse.