Dentro del podcast Paideia del Espacio Luzarra, Alexandro Bello charló con José María Urrutia. El ex-jugador de pelota, nacido en México, es descendiente de una familia vasca de pelotaris, que él mismo denomina la «dinastía de los inmortales». Su padre recorrió el mundo de frontón en frontón: Estados Unidos, Egipto, Italia, Francia, Bélgica, España o China. Incluso inauguró los frontones de Manila, capital de Filipinas, y el de Gernika (Bizkaia). En este último ejerció de intendente, ya en el ocaso de su carrera.
Así que su pasión por la pelota, juego con más de tres mil años de antigüedad al que ya jugaban los aztecas, le viene de familia. Confiesa que su carrera como pelotari podía haber sido más extensa y fructífera pero su rebeldía y sus imprudencias de juventud la truncaron demasiado pronto.
Preocupado por la situación de la pelota vasca y del deporte en general, siente que está muy mediatizado, ya que obedece a intereses económicos y de mercado, más que a un espíritu de sana competición. A su manera de ver, hay pocas iniciativas para promocionar el deporte como vínculo entre los países. Reclama el juego de pelota como bien universal, ya que no es exclusivo de ningún pueblo.
Dispone de una colección de material relacionado con la pelota y organiza exposiciones, orgulloso de compartir su tesoro con el público. También es autor junto con Javier Sagastizabal de Las Raquetistas, un pequeño libro sobre mujeres pelotaris de su época. Obra que permite conocer a esas elegantes deportistas que se movían con desparpajo para dar gran espectáculo en la cancha.
Recapitulando su historia, a sus 68 años José María lleva una vida sencilla. Dispone de pocos recursos económicos, no tiene teléfono ni coche, pero se siente feliz y libre. Lleno de pasión se despide, afirmando sin ambages, que si volviera a nacer volvería a ser pelotari.