Desde Nueva Acrópolis Sabadell compartimos con todos vosotros la actividad cultural que realizamos la pasada Semana Santa. Aprovechando el buen tiempo que tuvimos esos días, nos trasladamos a las ruinas de Ampurias (Gerona), un conjunto arqueológico grecorromano y uno de los yacimientos más importantes de Cataluña.
El lugar está formado por una ciudad griega, Emporion, que convivió con una de las primeras ciudades creadas por Roma en este territorio, Emporaiae. De esta forma, pudimos visitar y descubrir las dos ciudades con su conjunto de calles, casas, mosaicos y diversos objetos encontrados por allí, que ahora están en el museo ubicado allí mismo.
Nada más entrar, nos recibe y acoge una fantástica escultura del dios griego Asclepio, el dios de la medicina en el s. II a. C., hijo de Apolo, que posa su mirada en las bellas aguas cristalinas del Mediterráneo que bordean la ciudad. El primer asentamiento fue hecho por los griegos muy cerca del mar, fundado en el s. VI a. C., pero no fue hasta la llegada de los romanos en el s. II a. C. cuando se produjo una gran e importante transformación de la ciudad de Emporion. Ellos fueron quienes levantaron las murallas y reformaron la zona de los santuarios, además de construir la estoa en el sector norte de la nueva plaza del ágora.
Y es en la zona superior de este cerro donde los romanos, en el s. I a. C., fundaron su ciudad sobre un antiguo campamento militar romano instalado durante el siglo anterior, no siendo hasta bastante tiempo después cuando se hace la unión de las dos ciudades, convirtiéndose así en el Municipium Emporiae. A nivel de urbanismo, realizaron un trazado regular, con calles perpendiculares que delimitaban las diferentes ínsulas; y en la intersección de los dos grandes ejes, el cardo máximus y el decumanus máximus, se encuentra el Foro, centro político y social de la nueva ciudad. Por desgracia, solo se ha llegado a excavar un 25%, por lo que se presupone que la mayor parte de sus construcciones, viviendas y edificios públicos están aún sepultadas. Cuenta la historia que fue gracias a que los legionarios romanos desembarcaron en Emporion por lo que ganaron la guerra que mantenían con los cartagineses en el 218 a. C., comandados por el general Neoescipión; ello supuso no solo salvar Roma sino también el principio de la conquista de toda la península ibérica. Y todo ello siendo Emporion una ciudad griega.
No en vano, Ampurias está considerada una de las principales puertas de entrada de las culturas clásicas en la península ibérica, dando lugar a un enclave fundamental para nuestra propia historia. Para los griegos, a estos pueblos los denominaban íberos, ya que poblaban las tierras de los márgenes del río Íber, el actual río Ebro. Sobre el 600 a. C., los griegos foceos, que eran originarios de las costas de Asia Menor, la actual Turquía, comerciaban con los persas y viajaban hasta Tartesos por poniente. Eran un pueblo muy inquieto y emprendedor, lo que les permitió pasar el cabo de Creus y llegar a un islote para desembarcar e instalarse allí, donde levantaron el primer núcleo del litoral ibérico y que bautizaron con el nombre de Emporion. Más tarde, cuando el comercio progresó, los griegos se asentaron en tierra firme, en una nueva ciudad fortificada junto a los íberos indiketes, la población autóctona de allí, que aprendieron muchas cosas de los griegos, como por ejemplo la talla de piedra.
Llegados al s. III d. C., el Imperio romano se desintegra debido a la invasión de los franco-alemanes, lo que provocó la decadencia de la ciudad, que acabó prácticamente destruida. Si a eso le sumamos que en el s. VII hubo una invasión normanda, aquello ya fue la decadencia total y la pérdida de todo su esplendor, que finalizó con su condición de capital condal; con el paso del tiempo, el islote inicial quedó unido a tierra firme, que es tal y como lo conocemos hoy en día. Y es gracias a los arqueólogos, especialmente el gerundense Joaquín Bonet o el alemán Adolf Schulten, por lo que desde el 1908 se han afanado en recuperar Ampurias, y en la actualidad se continúa con ello de manera ininterrumpida. ¡A saber cuántas maravillas más se esconden bajo tierra a la espera de ser descubiertas y recuperadas!
Pasear por estas ruinas fue un placer para los sentidos. Vimos, palpamos y sentimos la magia del lugar y disfrutamos de las magníficas vistas del mar desde esta imponente ciudad, donde los lejanos recuerdos vividos por sus habitantes en las domus romanas parecen seguir presentes, al igual que en los santuarios dedicados a Isis y Zeus Serapis o en el bellísimo mosaico de una sala de los banquetes, que por cierto está muy bien conservado.
Tras la visita nos dirigimos a la playa de Ampurias, donde descansamos y comimos bajo la sombra de los pinos, e incluso algunos y algunas valientes se atrevieron a bañarse en sus frías aguas, inaugurando así la temporada estival. Un bello día de fraternidad y armonía que se coronó con una divertida gincana donde las risas y el buen ambiente no faltaron. Y todo ello, bajo la atenta mirada de Asclepio, que parecía pasárselo muy bien también.