Coincidiendo con la exposición temporal de una selección de cuadros de Hilma af Klint (Estocolmo, 1862-1944) en el museo Guggenheim de Bilbao, el profesor Jaume Gual, apasionado del arte, impartió una conferencia en el Espacio Luzarra, acerca de la vida y obra de esta excepcional artista.
Es considerada la primera pintora de arte abstracto aunque su lenguaje no se casa con un único estilo. A pesar de haber vivido en los siglos XIX y XX su obra está revolucionando el siglo XXI. Con su visión de futuro, ha dejado para la posteridad un legado y mensaje impactantes. Representó un revulsivo ideológico para la época y hubo cambios en el arte gracias a ella.
Af Klint quiso plasmar a través de sus pinturas el mundo invisible, ya que lo real siempre está detrás. Sus formas no son aleatorias, sino que responden a una necesidad. Le interesa que el mensaje encuentre la forma adecuada para que puedan encarnar el espíritu y la idea que ella quiere transmitir.
Fue una mujer decidida, siempre activa e interesada por el misterio de lo oculto. En 1896, con otras cuatro amigas, creó el grupo de “Las Cinco”, se reunían los viernes para sesiones de espiritismo y meditación y tenían contacto con los Altos Maestros. También fue miembro de la Sociedad Teosófica, que había sido fundada en 1875 por Elena Petrovna Blavatsky.
En 1906, con 44 años Hilma abordó el que sería su primer encargo. Sus Altos Maestros le proponen que haga de canal para cambiar al ser humano y para ello debe desarrollar las “Pinturas para el Templo”. Una serie formada por 193 cuadros que realizó en estado de trance. Pintó diez cuadros en dos meses, una superficie de ochenta metros cuadrados.
Un trabajo extraordinario, pero en su diario explicaba el secreto: soy pequeña, insignificante y débil pero la fuerza que pasa a través de mi es espectacular.
Entre su monumental obra se puede destacar:
1907: “Los diez grandes” que representan la niñez, la juventud, la edad adulta y la vejez.
1913: serie “El árbol del conocimiento”
1914: serie “La paloma” que muestra la dualidad existente en el cosmos.
1915: “Pinturas para el altar”
En 1930 explicó cómo tenía que ser el templo que acogiera sus pinturas, pero nunca se llegó a construir.
Su obra es una unidad intacta. Su legado consta de más de mil obras y 13.000 documentos que dejó a su sobrino Erik con la condición de que no lo expusiera hasta después de que hubieran pasado, al menos, veinte años de su muerte. Después de varias décadas guardada, encontraron la obra intacta, a pesar de haber estado en un trastero sin ningún tipo de cuidado. Erik se sorprendió al ver la labor ingente de su tía y creó la Fundación Hilma af Klint.
Para dar a conocer la obra se expuso en 1986 en Los Ángeles y recibió muy malas críticas. Todavía el mundo no estaba preparado para contemplar y comprender su obra.
Finalmente, en 2018 se expuso en el museo Guggenheim de Nueva York y en esa ocasión fue un rotundo éxito.
Ochenta años después de su muerte el mundo se rinde a su arte y Hilma af Klint ocupa, por fin, su lugar en el templo. En vida sacrificó su propio ego y renunció a ser famosa por el bien de la humanidad. Hoy por hoy, su obra no se compra ni se vende. Es un regalo para que todo el mundo lo puedan admirar.
Comprender el significado de estos cuadros, contemplarlos en silencio e interiorizarlos, sabiendo que son mensajes para el alma, puede llevar a otro estado de conciencia gracias a esta pintora de energías invisibles.