¿Realmente tenemos un destino ya prefijado, o bien tenemos libre albedrío para decidir cuanto queremos sobre nuestra vida?
A través de los sabios de la antigüedad como Platón, los estoicos y otros grandes filósofos de diversos continentes, el profesor de filosofía, Enrique Galbis, de Nueva Acrópolis Barcelona, nos inspiró con esta profunda conferencia sobre el tema en cuestión, en la escuela de filosofía Nueva Acrópolis Sabadell.
Nada más comenzar, nos hizo ver al destino como una fuerza que nos arrastra. Si nuestros pensamientos gobiernan nuestra vida, entonces nuestro destino está determinado por lo que pensamos. Y es ahí donde nos planteamos: ¿Soy libre?, ¿Libre de qué?, ¿Libre para qué?
Podemos ver la libertad como una posibilidad de poder elegir, como un atributo esencial del ser humano. Porque las personas, necesitamos saber quiénes somos y para qué existimos, buscamos un sentido a la vida. Y sobre todo, necesitamos conocernos; el autoconocimiento es la esencia misma del conocimiento y es lo que nos lleva a la perfección. Sólo necesitamos observar cómo los sabios miraban tanto dentro de ellos mismos, buscando la unión con el verdadero Yo para culminar con la unión con el Todo.
Planteémonos qué depende de nosotros y qué no, es la única forma de poder usar nuestra libertad. Poder decidir a quién ayudo o a quién hago bien, por ejemplo. Eso requiere de la unión de mente y corazón, viendo el corazón como sede de la conciencia.
Tenemos libertad de expresión, de opinión, para poder elegir nuestras creencias o nuestra vida privada, así también como libertad de pensamiento y conciencia. Y son estas dos últimas, con las que construimos nuestras propias ideas sobre cómo son las cosas.
Cuando por fin “despertamos”, nos damos cuenta de que hay una libertad exterior que es circunstancial, y otra que es muy profunda: llegar a ser lo que soy y no otra cosa. Así es como podremos desarrollar nuestras potencias interiores, como la justicia, el valor, la bondad, la templanza,… virtudes que harán de nosotros el querer alcanzar la excelencia humana. Tenemos dentro nuestro todos los misterios de la naturaleza, somos la propia llave que puede abrir el último misterio del universo.
Como decía Platón en su obra el Fedón: el alma es inmortal y eterna, y viaja por diferentes ciclos de reencarnación. Es con el conocimiento y la sabiduría adquirida, con lo que se acaba determinando el destino del alma.