En Bonn, Alemania, un 16 de diciembre de 1770, nació uno de los compositores más célebres de la historia de la música, cuyo legado fue una gran influencia en la evolución posterior de este arte. ¿Adivinas de quién se trata…?
Seguro que ya lo has acertado, no podía ser nadie más que el gran Ludwig van Beethoven, apodado «el genial sordo», uno de los más grandes genios musicales de todos los tiempos.
Tuvimos el placer de asistir a la conferencia con que nuestra estimada Olga Sala, cantante lírica y voluntaria de NA Sabadell, nos deleitó sobre este gran compositor.
Su música, llena de fuerza y belleza, nos muestra el camino de heroísmo que él mismo hubo de recorrer para superar las dificultades y que nos invita a hacer lo mismo.
¡Y cuando escuchamos su música, realmente sentimos que podemos hacerlo!
La conferencia se centró no tanto en aprender sobre Beethoven, sino en aprender de él, de su ejemplo vital ante la vida y sus circunstancias, que tanto le marcaron y supusieron un gran reto en su día a día musical, su gran faceta heroica.
Beethoven fue un pionero en muchos aspectos profesionales y sus avances musicales y estéticos rupturistas tardaron décadas en ser comprendidos, convirtiéndose así en vida en el gran mito de la era romántica.
Revolucionó el lenguaje musical de su época con sus innovaciones de tal manera que se ha llegado a decir que marcó un antes y un después en la historia del arte. ¡Un hombre adelantado a su tiempo!
El destino decidió, como él muy bien sabía, que estaba destinado a revolucionar la historia de la música.
Veamos ahora un poco la parte personal de este genio.
Solía decir que prefería un árbol a una persona. Siempre expresó en sus escritos su gran pasión por la naturaleza, en especial por los bosques que rodeaban Bonn y Viena, por donde solía pasear en solitario. Se sentía más comprendido cerca de arboledas y pájaros que de seres humanos. Y esto se puede observar en la Sinfonía n.°6 en fa mayor, op. 68, Pastoral, donde quiso evocar los sentimientos que le suscitaba el paisaje, así como también algunos estereotipos bucólicos de la tradición musical y que usó de forma renovada. Esta obra simboliza la redención, o consuelo, que el maestro encontraba en la naturaleza.
Curiosamente, en su faceta más humana e íntima, siempre tuvo un gran anhelo de amor, del que se vio privado en la infancia. No se llegó a casar nunca y eso que estuvo enamorado muchas veces, pero casi siempre por un corto espacio de tiempo.
Pero sí tuvo un gran amor: la humanidad entera. Y compuso el mayor canto a la fraternidad humana que se haya escrito jamás: el Himno a la alegría, al final de su maravillosa Novena sinfonía (el Himno de la humanidad, que es como debería haberse llamado, según M. Roso de Luna), cuyo juicio resumió Wagner con estas solas palabras: «Somos tan ingenuos que continuamos escribiendo sinfonías, sin darnos cuenta de que la última hace tiempo que fue escrita».
Su gran secreto fue que a los veintisiete años comenzó a sufrir síntomas de sordera; a los treinta y uno, había perdido ya el 60% de audición. Por ello, el 6 de octubre de 1802, pensando ya que no se recuperaría nunca más, escribió el Testamento de Heiligenstadt.
Se sentía abandonado ya a las manos del destino e incluso pensando en el suicidio; por ello escribió una carta a sus hermanos Carl y Johann, carta que encontraron tras su fallecimiento en un cajón de su escritorio. Por suerte, la carta nunca vio la luz. Textualmente decía en uno de sus párrafos: «me parece imposible abandonar este mundo hasta que haya expresado todo lo que siento en mi interior…».
Tal era su pesar que le rondaron pensamientos suicidas que solo se detuvieron por el poder de su arte.
No fue hasta 1806 cuando en el boceto de uno de sus cuartetos revelaba de forma pública su sordera; ese mismo año escribió el Concierto para violín, op. 61.
Cabe decir que Heiligenstadt era un pequeño pueblo separado de Viena, donde Beethoven, por recomendación de su médico, fue para descansar en la época estival de 1802. El Dr. Schmitd creía que con soledad y silencio durante una temporada en el campo, podría descansar su oído y recuperar su salud. Y así lo hizo hasta el final de sus días, ya que el verano era la época en que más se le aparecían sus ideas musicales y que anotaba en sus innumerables cuadernos de apuntes, para así en invierno pasarlas a limpio y terminarlas al calor de Viena, ciudad donde vivía.
Desde 1812, se vio obligado a usar trompetillas para escuchar sus composiciones, y ya después, a los cuarenta y seis años, ya no podía oír ningún sonido. De ahí los famosos Cuadernos de conversaciones.
Se sabe que el piano era su instrumento favorito, su instrumento de cabecera. De ahí su colección de treinta y dos sonatas para piano, una de las cimas de creación musical de todos los tiempos. Esas partituras pianísticas fueron un valioso testimonio de su propia existencia, ya que la intimidad del piano le permitió reflejar su intenso mundo interior. Incluso se sabe que fue el que más exigió a los constructores para mejorar la sonoridad y resistencia de los fortepianos decimonónicos. La brillante Sonata n.° 21 en do mayor, op. 53 fue escrita como resultado de las búsquedas tímbricas del compositor con el instrumento, gracias a la firma francesa Érard.
Y, ya para finalizar, entre sus curiosidades está que fue el primero en escribir una sinfonía que incluía solistas vocales y coro. También fue el primer compositor relevante en usar en sus partituras las indicaciones metronómicas concretas, que marcaban los tempi en sus obras.
No hace falta decir que nos rendimos ante tal genio, ante sus magníficas y brillantes obras, ante su gran amor por la música, ante su gran fortaleza y ante su gran afán de superación.
¡Feliz aniversario, amigo musical!
Cabe comentar que los fondos recaudados de las entradas para la conferencia se destinarán íntegramente a La Marató de TV3, la 29.a edición, que este año está dedicada a la Covid-19. La Fundación La Marató ha recaudado más de 197 millones de euros y ha financiado 872 proyectos de investigación, con la implicación de 1369 equipos y 8000 investigadores, todo ello posible gracias a la solidaridad ciudadana. Un proyecto que es una de las principales fuentes para impulsar la investigación biomédica en Cataluña y también como plataforma de sensibilización y divulgación social de las enfermedades que en ella se tratan.