Casi una veintena de personas celebramos la vida de la etóloga Jane Goodall, una mujer que, impulsada por una curiosidad infantil y un amor mayúsculo por los animales, revolucionó la Ciencia y se convirtió en un icono global de la conservación.
Nacida en Londres en 1934 y fallecida recientemente el 1 de octubre del presente año, su historia comienza en 1960 en el Parque Nacional Gombe Stream (Tanzania), donde, sin formación universitaria y gracias al paleontólogo y arqueólogo keniano Louis Leakey, se embarcó en el estudio prolongado de una especie en vida salvaje: los chimpancés. Así, los observó como individuos, dándoles nombres en lugar de números, y ganándose su confianza para ver de cerca su vida.
Su descubrimiento fundamental fue que los observó fabricando y usando herramientas para cazar termitas, hallazgo que obligó a la comunidad internacional a replantearse la definición de «ser humano». También vio que poseían una vida emocional y social compleja.
Pero su carrera dio un giro radical cuando se dio cuenta que la selva estaba desapareciendo y su misión pasó a ser la conservación activa del entorno natural, ayudando también a las comunidades humanas vecinas. Por ello, fundó el Instituto Jane Goodall centrado en la protección de los chimpancés y el desarrollo sostenible y educación ambiental locales.
Goodall ha recibido muchas condecoraciones por su trabajo ambiental y humanitario. En 2002, El Secretario General Kofi Annan la nombró Mensajera de Paz de Las Naciones Unidas.
Su mensaje final, portado alrededor del mundo, fue de Esperanza. Ella creía firmemente en el poder de la acción individual y en que las nuevas generaciones tienen la capacidad de revertir el daño infligido al planeta. Su vida nos enseña que solo a través de la comprensión profunda podemos verdaderamente amar y proteger.
La conferencia se cerró con la proyección de varios videos emotivos de su trabajo con estos primates y posteriormente con un animado coloquio en su recuerdo.
