Inma Vicente, discípula de Tulku Lobsang, nos ofreció una charla informal e interactiva en el salón de actos de Nueva Acrópolis Valencia, en la cual incluso nos hizo una escenificación de las visiones erróneas que se hace el ser humano sobre los demás. El propósito del budismo es la felicidad entendida en este caso como saber amar a los demás. Para el budismo la mente tiene dos dimensiones, una latente, eterna, no limitada, no conceptual, perceptiva, sabia, que tiene compasión activa y ausencia de miedo; y otra mente conceptual, lineal, incompleta, insatisfecha, limitada, que no sabe amar, que separa para entender la realidad, y que vive una ilusión. Lo óptimo según Inma Vicente, sería aprender a manejar la mente conceptual, y llegar a acercarnos a la no conceptual.
Como nos dijo Inma esta mente nos proporciona una visión incorrecta de la realidad, que nos lleva a vivir emociones negativas (enfado, celos, vanidad, violencia…), y a realizar acciones mentales, verbales y físicas que generan un karma. La impresión mental que dejan esas acciones, causan una huella que nos hace repetir las mismas acciones, una y otra vez, en un círculo vicioso del que nos cuesta salir. Este ciclo provoca egoísmo y apego, y a la larga nos produce sufrimiento, por pérdida, muerte, o fractura.
Para la psicología budista las claves para salir de esa situación son la sabiduría, la compasión y el amor. La sabiduría nos permite comprender que no hay nada a qué apegarse, y nos ayuda a diluir el egoísmo.