Un nutrido grupo de acropolitanos se animó a participar en una visita que la guía Edurne Mendiguren dirigió por el Casco Viejo de Bilbao.
La cita tuvo lugar delante del emblemático Teatro Arriaga, inspirado en la Ópera de París y que lleva el nombre del genial compositor Juan Crisóstomo de Arriaga, (Bilbao, 1806 – París, 1826), conocido como el “Mozart vasco”.
Un poco de historia. ¿Quienes fueron los primeros pobladores del País Vasco? Pues no se sabe a ciencia cierta pero, parece ser que la huella conocida más antigua es el Castro de Malmasín, no lejos de Bilbao, del siglo II a. C. habitado quizá hasta la Edad Media.
Allá por el año 1300, Don Diego López de Haro fundó la villa de Bilbao cuyo núcleo lo componían tres calles: Somera, Artekale y Tendería, más tarde se convertirían en siete: “las siete calles” que conocemos hoy, en las cuales, esculturas, bustos y placas conmemorativas recuerdan a personajes bilbaínos que han dejado su impronta en la ciudad en disciplinas como la música, la literatura, el deporte: Unamuno,, Juan Crisóstomo de Arriaga, “Pichichi” etc.
Callejeando por el Casco Viejo aparecen por doquier edificios singulares como la Casa rosa, la más antigua de Bilbao con más de 700 años y en buen estado. La Catedral de Santiago, la única que a lo largo del Camino, lleva el mismo nombre que la de Compostela, ¿casualidad? También, la fuente del Perro, en la calle del mismo nombre ¿por qué se llamará así?
La visita estuvo salpicada de “bilbainadas” como esta: en el año 1872, ante la inminente visita de Amadeo de Saboya, los bilbaínos no dudaron en inundar la Plaza Nueva y llenarla de góndolas para agasajar al soberano.
Como buenos acropolitanos, aprovecharon la ocasión para visitar la primera sede que Nueva Acrópolis tuvo en Bilbao. A quienes trabajaron y estudiaron en ella les evocó recuerdos y a quienes no la conocían les hizo ser más conscientes de las raíces y del origen de su escuela, que ya forma parte de la historia de Bilbao.