En abril se ha inaugurado una actividad en la web y en directo titulada: Los símbolos hablan. Los dos primeros a tratar fueron: La Victoria de Samotracia y el Chac Mool americano.
Toda pieza simbólica que procede de una cultura anterior a la nuestra contiene una realidad válida para nuestro momento actual, que nos ayuda a comprender rasgos psicológicos e ideas que hablan del mundo de lo divino, es decir, características éticas que nos realizan como seres humanos.
La Victoria de Samotracia es una de las obras artísticas cumbre de la civilización helénica; con una importancia y fama comparable a la Venus de Milo o a el David de Miguel Ángel, se ha convertido, al paso de los siglos, en todo un icono cultural que ha inspirado desde marcas comerciales, reproducciones artísticas a versiones en el arte moderno…
Encarna el ideal helénico de la Victoria, representado en la diosa Niké, que era la que premiaba míticamente a los combatientes valerosos o a los campeones olímpicos.
El hecho de que Niké aparezca frecuentemente en las manos de la diosa Atenea – diosa de la sabiduría y las ciencias – nos permite pensar que la Victoria es ante todo un factor interior; todo aquel que enfrenta la adversidad esforzándose por hacer realidad un sueño humanístico, no necesitará que nadie le ponga laureles, pues tendrá la satisfacción interior de haber respondido al llamado de su conciencia y su corazón y puede sin duda, llamarse victorioso.
El Chac Mool es una pieza arqueológica de la cultura precolombina, de la ciudad maya-tolteca de Chichen Itzá, que también encontramos en ciudades toltecas, como la de Tula. Representa a un guerrero, porque lleva en el pecho un ornamento en forma de mariposa, que también portan los Atlantes de Tula, columnas que sostenían el techo del templo de la Estrella de la mañana.
En ambos casos representan a un guerrero al servicio del espíritu. Uno sostiene al techo-cielo, para que lo divino pueda tener un asiento en la tierra y el otro tiene un cuenco para que las personas con vocación religiosa-mística puedan hacer una ofrenda, una entrega a una deidad, como señal de agradecimiento y comunicación con ella.
El Atlante tiene un cuerpo tan armonizado que forma una columna y así pasa en segundo plano, el Chac Mool nos está mirando resolutamente. Gira la cabeza, en un movimiento muy marcado, en un ángulo de 90 grados. No se mira al ombligo. Al igual que el Atlante, su cuerpo no importa, lo importante es su función.
Estos guerreros son símbolos de unión y símbolos de la guerra interior contra nuestros defectos, nuestros instintos que deciden por nosotros, esa parte oscura que nos hace sufrir. Los símbolos ahorran los discursos intelectuales para llevarnos directamente al mundo de las verdades, de los arquetipos, fuera de la caverna como nos diría Platón.
El ser humano necesita los símbolos, su compañía le hace sentirse parte de un todo, de un grupo humano, con él siente y vive la unión. Los símbolos son universales y al mismo tiempo tienen la capacidad de adaptarse a la zona geográfica de un grupo humano y a su tiempo. Los comprendemos gracias a una forma de inteligencia que tiene mucha intuición.
La mariposa es muy importante, se refiere al antiguo símbolo de Quetzalpapalotl, una deidad combinación de pájaro y mariposa. La mariposa representa el alma, la psique, que quiere unirse con el espíritu, el yo espiritual, luminoso. Pero tiene el peligro de volar de flor en flor y no encontrar nada. Aquí con las plumas del Quetzal, claramente va a volar muy arriba y permitir esa transformación de oruga en mariposa: de simple hombre a un ser luminoso, valeroso y generoso: el héroe. La mariposa está encima del corazón, el corazón-coraje, que va a poder transformarse, dejar de ser tan pesado y apegado a la materia; vivir sentimientos elevados y compartirlos. Esto es lo que nos transmiten el Atlante y el Chac Mool desde hace muchos siglos y para otros muchos siglos más.