El programa de difusión de contenidos culturales y de interés filosófico que realizamos en Nueva Acrópolis, ha incluido una charla on-line sobre la caída del mundo clásico a cargo del Director de Nueva Acrópolis Alicante D. Juan Adrada.
Después de dejar claro que la intención de la charla era dar una clase de historia y no ofender sensibilidades porque el tema puede resultar un tanto escabroso si no se lo comprende con perspectiva histórica, Juan Adrada dio comienzo a una fascinante disertación que cautivó desde el principio la atención de los asistentes.
Su detallada narración de las circunstancias que propiciaron el final de la era antigua en Occidente, comenzó con la clausura del templo de Isis en la Isla de Philae el año 536 d.C. por orden del emperador Justiniano I. Este acontecimiento fue el que marcó simbólicamente el fin del mundo clásico debido a que este templo de Isis fue el último donde aún se profesaba culto a los dioses egipcios. En el templo de File, vivían varias decenas de sacerdotes y sacerdotisas que aún entonces mantenían con vida la agonizante herencia de la cultura egipcia y greco-romana. Fue éste el lugar donde se dio sepultura definitiva al conocimiento de la escritura jeroglífica egipcia. Luego, pasarían casi 1300 años hasta que el lingüista e historiador Jean-François Champollion lograse descifrar los jeroglíficos.
- Juan Adrada ha ilustrado la manera en que la llegada y el auge del cristianismo cambiaron por completo la conformación social y política de una civilización que tenía a sus espaldas más de mil años de existencia. El disertante afirmaba que esta historia se ha contado de manera muy maquillada para disimularlos excesos que se cometieron con la intención de instaurar lo que llamaban la única verdad posible, la palabra del Dios cristiano. Los credos que sostienen un dogma absoluto pueden ser muy populares, sobre todo entre las personas más humildes, donde es natural que en ellos anide un sentimiento de indignación ante las injusticias de las cuales son víctimas. Cuando hay un desequilibrio inaceptable en las condiciones de vida y de oportunidades entre las diferentes capas sociales, se producen las circunstancias propicias para que las personas busquen cobijarse bajo un movimiento, en este caso religioso, −otras veces puede ser una revolución−, que encause sus aspiraciones y otorgue sentido a sus vidas.
A lo largo de 200 años, desde el Edicto de Milán de Constantino I, se fue coartando la libertad de culto que existía en el mundo clásico e imponiendo por la fuerza de la ley y/o de la violencia, el sometimiento a una severa y ortodoxa doctrina religiosa que invadía hasta la más recóndita intimidad personal. Todos los templos a los dioses antiguos fueron clausurados, la mayoría destruidos, y los que se salvaron gracias a su solidez estructural fueron convertidos en iglesias. Icónica es la destrucción del templo de Serapis, en Alejandría, un hecho que, por su brutalidad, conmocionó al mundo de la época. El templo de Serapis, o Serapeum, era un centro de investigación científica, una especie de universidad, una gran biblioteca –allí se alojaban miles de libros que se habían salvado de la destrucción de la biblioteca de Alejandría-, y además un lugar de peregrinación.
- Juan Adrada, comentó que los últimos bastiones que resistieron el arrollador avance de esas fuerzas totalitarias fueron las escuelas de filosofía que aún continuaban enseñando no solo esta disciplina, sino también ciencias y otras materias. El filósofo Damascio fue el último director de la Academia de Platón, quien se trasladó junto a sus discípulos a la corte del rey de Persia, Cosroes I, donde intentó preservar el saber filosófico durante los últimos años de su vida. En dicha corte real, durante breve tiempo, se reunieron unas condiciones adecuadas para atraer a los filósofos griegos, basadas fundamentalmente en la tolerancia religiosa y la posibilidad de transmitir la sabiduría de sus anteriores escuelas.
Finalmente, el orador ha destacado que todo está sujeto a las leyes de los ciclos, y que las formas desaparecen, aunque, como decía Platón, sólo las ideas arquetípicas son eternas. Para aprender de los ciclos de la historia, hay que estudiarla y no repetir los mismos errores que tanto dolor y sufrimiento acarrean a los seres humanos.